Hola, mis queridos lectores. Que Dios los bendiga en gran manera en este día.

Hoy quiero compartir con ustedes una reflexión que viene desde un lugar de vulnerabilidad y aprendizaje. A lo largo del tiempo, les he hablado de gratitud, de cómo enseñarla a nuestros hijos, de salud mental, del posparto, del cáncer de mama… temas que nacen de mis propias vivencias, de lo mucho o poco que he caminado en la vida, de las experiencias de personas cercanas, entre otras cosas. Y en ese proceso, la escritura se ha vuelto una herramienta poderosísima que me ha permitido explorar mis pensamientos más profundos y conectar con ustedes desde el corazón.

Junto con terapias, libros y podcasts, he ido construyendo una versión más consciente y compasiva de mí misma. Pero hoy, mientras me encuentro en casa con el oído izquierdo tapado por una otitis aguda, lidiando con una sensación de miedo y ansiedad que no esperaba, me doy cuenta de algo fundamental: no escuché a mi cuerpo. No le presté atención cuando me dijo «Alto, algo no está bien». Ignoré esa voz interior que me pedía detenerme, reflexionar y cuidar de mí misma.

¿Por qué? ¿Por qué elegí priorizar mi trabajo, mis responsabilidades, antes que mi salud?

Y aquí me encuentro, aprendiendo a las malas lo que ya sabía en teoría pero no en la práctica: nuestra salud es lo más valioso que tenemos. Es fácil hablar de gratitud, pero ¿Cómo se vive realmente esa gratitud? La respuesta está en el cuidado. Gratitud es cuidar lo que Dios nos ha dado, empezando por nuestro propio cuerpo, nuestros sentidos, nuestras emociones.

Hoy te invito a reflexionar conmigo: ¿Cuántas veces ignoramos las señales que nos da nuestro cuerpo? Postergamos el descanso, minimizamos el dolor, pasamos por alto lo que realmente importa. Nos movemos a un ritmo que no nos permite pausar, y cuando lo hacemos, a menudo ya es demasiado tarde.

Este breve mensaje es una invitación, para ti y para mí, a recordar lo que realmente importa. Porque ni la inteligencia ni el éxito pueden devolvernos la salud cuando la perdemos.

¿Cuántas veces nos hemos exigido más de lo que nuestro cuerpo puede soportar?

¿Y cuánto más necesitamos perder antes de empezar a cuidar lo que es esencial?

Te dejo con esta pregunta: ¿Qué señales está enviando hoy tu cuerpo, que tal vez estés ignorando?

Te invito hoy a detenerte un momento, a escucharlas, y a cuidarte como la mayor expresión de gratitud hacia la vida misma. Porque al final, ignorar esas señales no solo afecta nuestra salud física, sino también nuestra paz mental y emocional.

Escuhar a nuestro cuerpo es un acto de amor propio y de respeto hacia nosotros mismos. A veces, solo necesitamos una pausa para darnos cuenta de que el verdadero exito no esta en hacer mas, sino en ser conscientes de nuestro bienestar y equilibro.

Recordemos siempre, que nuestro cuerpo es templo de nuestra alma, y sin él, no podemos disfrutar de todo lo que hemos construido o aspiramos a lograr.  Te lo escribo hoy, con un oído izquierdo totalmente tapado, cuídate.

 

Me voy por mi taza de café, un abrazo, Dios contigo, y recuerda escucha tù cuerpo. 

Mantente informad@

Suscríbete a nuestro boletín de noticias gratuito.